Relato 2 "Los Gelka"

Yo no quería subir al ferrocarril. se lo dije al maestro pascal, algo de esa estación no me gustaba, tal vez la madera roída y gastada de los asientos a la orilla del andén, quizás esos focos encendidos que colgaban en la entrada de la estación, ese brillo propio con su llama titilante que empujada por el viento, amenazaba a cada instante con extinguirse.

¡Tenemos prisa Galahad, ya no tenemos otra opción! ¡Llegaremos pronto, este medio es muy cómodo y las casi 6 horas de viaje, podrían triplicarse sin problemas si tratamos de viajar por otro medio, nada sería tan veloz en su recorrido como lo es esta máquina! exclamo con serenidad el maestro.

Ya no tenía otra opción, tenía que tomar mi bolso de piel y sentarme a esperar. Nos dirigíamos a la frontera para probar un procedimiento realmente asombroso. Contactamos bajo estricto secreto y confidencia a los GELKA, negociantes de humanos y famosos por su audacia de ser unos errantes y fuertes hombres, también estos son extremadamente difíciles de encontrar. Tras muchos años trabajando día y noche junto a mi maestro, buscando restos de plantas mortíferas, extrayendo la lengua de las mandrágoras adultas que criábamos para trabajar en nuestras pruebas. Utilizando carne de los animales del corral, y escudriñando distintos elementos e investigaciones. Por fin habíamos encontrado la fórmula completa. ¡Realizaríamos una intervención a un cuerpo humano!, que es lo sorprendente. Extraeríamos el corazón para mantenerlo vivo y palpitante, para revivir con él a un alquimista fallecido. Tal era el cariño que mi maestro le tenia, que dedicamos los últimos 5 años a buscar la forma de traerlo al mundo de los vivos. Pero yo solo deseaba tener el conocimiento suficiente para iniciarme como un hombre de alto rango.

Así espere sentado, en el lúgubre y frio andén, la anciana sentada un poco más allá, alejada de nosotros, carecía de piel, su cabeza era una calavera sujetada por la espina dorsal. Sus piernas frágiles tocaban el suelo, y este se estremecía al contacto con los pies de la mujer, el gato amarillo, que se encontraba a su lado, no se alejaba de ella, y la roja boca de la anciana abierta completamente parecía caerse de su lugar hasta ceder completamente. Expuesta al frio observaba la línea de hierro por la que el ferrocarril se desplazaba. Sobre su cabello se encontraba un canario, que sin movimiento alguno permanecía quieto al igual que el gigantesco gato.

El invierno azotaba contra la estación y los arboles desnudos por el viento parecían solo grandes y deformes estacas de madera, clavadas en la tierra.

Yo tenía miedo, pero el llevar a cabo nuestro viaje significaba expandir mis conocimientos en el área. No me importaba revivir a aquel viejo, solo deseaba la experiencia para sumarla a mi vida.

Pronto apareció una luz lejana, débil como un fosforo prendido a muchas leguas de distancia, parecía un ojo de animal brillando en la oscuridad, el viento la hacía desaparecer a rato. El ruido de la maquina llego unos segundos después, y mi cabeza lo sintió poco a poco, el andar se incrustaba mas y mas en mis sentidos y parecía que un gran peso había caído sobre mí. Su sonido lastimoso e inquietante podía hacer perder la seguridad hasta al más resistente de los hombres.

Ya en la estación, se detuvo y los vapores provenientes de la sala de maquinas colmaron el aire. Me extrañó que al disponernos a subir nadie pidiera nuestros boletos. Me resigne a pensar que el maestro ya lo tenía todo arreglado de antemano.

Arriba, nos acomodamos en los asientos que Pascal eligió y cerré mis ojos para no pensar. Sorprendentemente me había calmado y así sin novedad comenzamos el viaje.

En el vagón había pocas personas, todas durmiendo debido a lo tarde que era. Una señora con sombrero italiano, collar de figuras extrañas y manos espantosas. Unos metros más atrás dos niños solos con los ojos fijos en el cristal y tomados de la mano.asi los otros se encontraban dispersos en el vagón. Pasaron las dos primeras horas de viaje y algo me hizo recordar que nadie mas estaba en la estación, y la vieja moribunda no había subido a bordo , incluso al subir nosotros la miré por última vez y sonreía pavorosamente ,acariciando el amarillo gato que ahora se encontraba sobre sus piernas, mientras el canario giraba la cabeza como un búho. De repente el miedo volvió a mí. Por la ventana solo veía parajes desolados que nunca había visto, aquí uno de los pasajeros se levanto sonámbulo, abrió la ventana haciendo que entrara una gran ráfaga de aire, arrojo su reloj de plata hacia afuera, se puso de pie sobre el marco de esta y se lanzo contra las rocas que pasaban a gran velocidad. Desperté al maestro y la gente restante en el vagón alterada por la situación corría de un lado a otro sin saber qué hacer, por iniciativa corrí hacia la cabina del conductor para informarle de lo ocurrido, abrí la puerta y lo vi. Negro y despiadado, de brazos fuertes con la piel cercenada por extrañas circunstancias, su barba negra acusaba el descuido personal. Se giro hacia mí y me dijo:

El muerto ya está muerto, no necesitas de él, ni el de ti, si deseas acompañarlo, salta y ve con él, ¡aquí no eres importante! Miré hacia el frente, hacia la vía, y pude ver formas extrañas que corrían a encontrarnos, veloces y grandes, no distinguía que eran, también vi una pequeña cabeza de buitre colgando del techo de la cabina, parecía haber sido arrebatada de su cuerpo solo con la fuerza bestial. Intimidado por el maquinista volví a l vagón y encontré el caos.

Los pasajeros víctimas de la locura trataban de protegerse bajo los asientos pues ya habían notado que teníamos acompañantes en los lados del ferrocarril, la maquina sonaba, y cantaba su propio ruido característico, podía oler el miedo, las sombras que no seguían comenzaron a atacar los vagones con fuertes golpes que estrujaban los fierros y la estructura del ferrocarril, la embestían con furia, y por la fuerza de los golpes supuse que eran animales grandes.

Me arme de valor y mire hacia afuera a través de los vidrios rotos, y vi unos salvajes toros negros corriendo a increíble velocidad y tratando de derribar el tren, tenían grabados en sus cuerpos, insignias desconocidas para mí. El maestro pascal me siguió y se atrevió a mirar al exterior y cuando los vio, su expresión se volvió abrumadora e infeliz, parecía que mi maestro había perdido todos los años de su vida en un instante, su seguridad se volvió sombra y dijo:

Nos dirigimos al averno, la muerte nos espera. Estos toros negros son los pastores que cuidan los campos de los GELKA, tratan de devorarnos ,pues solo se alimentan de humanos y estos nunca vienen por aquí, deben estar hambrientos. ¡Creí que no existían!.

Así unos pasajeros entregados a su destino se lanzaban abajo procurando morir antes de ser alcanzados por los toros, otros rezaban sin esperanzas y lloraban lamentando el viaje. De pronto los niños que iban de la mano se levantaron dirigiéndose a mi maestro, lo apuntaron con sus manos y le dijeron: ¡tarde o temprano caerás por tu vanidad, jamás veras la luz y serás condenado al exilio del mundo, pronto serás el maquinista y así serás un errante por toda la eternidad!

Luego de esto, presas por algún somnífero, cayeron al suelo, y comenzaron a quemarse de la nada, el tren comenzó a arder y todos los tripulantes que quedaban se asfixiaban y morían de demencia. El fuego les ayudaba a terminar más rápido su vida. Yo también comencé a arder y mi piel empezó a deshacerse por el calor. Aquí casi sin sentido en mi, escuche un chirrido de fierros y de trueno. El tren había sido volcado y salí disparado por la ventana al exterior. Aun con escasos signos vitales vi como aparecían los Gelka saliendo de la montaña, los toros no los dañaban. Parecían sus mascotas.

Las personas que quedaban con vida huian despavoridas por el terreno desconocido tratando de salvarse, un hombre grande que tenia una herida en el rostro, decidio enfrentar a uno de estos animales. tomando un fierro en forma de punta, rasgado de la estructura del tren. Se paró con una postura firme y espero al toro mas cercano, que apenas lo vio. invadido por la ira, bufó y empezo su embestida, la tierra temblaba con las pisadas del animal. el humano decidido a vivir lo espero como si hubiese podido aniquilarlo.

A continuación vi al hombre frente a la bestia y ser levantado por los aires con una cornada. mi sorpresa fue cuando el animal se detuvo, y pude ver en la sombra de la noche como el fierro de su enemigo comenzaba por la corona de su cabeza y salia por la parte baja de la mandibula. el toro cayo sin sentido, muerto, y el hombre levantandose con su abdomen dañado, caminó como pudo y a poco de andar, el martir cayo sin vida.

Las patas de las bestias,duras como roca. lucían rojas y bañadas en sangre por ir pisoteando los cadáveres de los pasajeros. Los Gelka llegaron al fin.

Se acercaron al maestro pascal y le dijeron: ¡eres un maldito la advertencia fue clara, queríamos tres vagones repletos de humanos para que nuestros pastores se alimentaran y solo has traído unos pocos!, no realizaras tu cometido y en castigo a tu imprudencia, eres condenado a morir cada mañana y revivir el caer la noche, no saldrás de este lugar, tu construirás con tus propias manos y sin ayuda, el próximo ferrocarril que traerá el alimentos de los toros. Esto ocurrirá hasta que cumplas tu penitencia y no descansaras jamás.

Mi maestro pascal espantado y envuelto en locura se acerco a mí y me dijo, perdón Galahad! no pudimos concretar la tarea yo debía traer el pago por contactar a estos monstruos y me atreví a seguir sabiendo que lo no tenia del todo, per favor perdóname.

El maestro extendió sus manos tomo un fierro ardiendo de los restos del ferrocarril y termino de matarme, el pudo salvarme con sus conocimientos pero el maldito traidor prefirió quitarme la vida.

Lo que él no sabe es que durante todos estos años a su lado tomé un trozo de mi vida y la guarde oculta en la montaña, ahora en forma de espíritu, voy camino hacia allá para retornar, a un cuerpo y cobrar mi venganza.

Yo no quería subir a ese ferrocarril. Pero ahora sé dónde y cómo encontrar al hombre que me quito la vida. Le devolveré la mano y agregare algunas penurias más a su destino.

 

Creado por:

Omar Sepúlveda Concha